Delicada la piel que apenas cubre, ojos llenos de luz siempre abiertos. Tomo una vida en sus brazos por primera vez. No es como abrazar y sentir a otra persona, va mas allá, porque un cuerpo pequeño intensifica todo. Esta vida era desconocida, una de esas coincidencias en las que un amigo te lleva donde otro y extiendes tu mundo un poco mas. Esta vida desconocida quizá no sea de importancia absoluta como la de un hijo o sobrio, pero si es uno de esos encuentros que marcan tu existencia.
Through the crowned one's eyes
2014/10/21
2013/08/05
Picaflor
Me surge de la nada, luego de los cuarenta y tantos, en la llamada crisis de esta edad, el pensamiento de que en medio de esta temporada de estrés y ansiedad, debo despojarme de la única piel metafórica que me queda. Dejar atrás, por agrado, todo aquello que aunque común nos era inentendible, pura barbarie de sin razones. No es justo vivir solo con comodidades, decoro y fascinación irónica. Ni siquiera sentía ya el calor aunque estuviese a 39.8 C fuera. Es como si tantos años de ocultar este rostro sin mascara afectara mi tacto, incluso fallan por igual el oído y la vista cubiertos mucho tiempo por tapones y vendas. Lo que deseo ahora es un descanso, desvestir mi alma, para esto no me hace falta ser solo conveniente, ahora debo simplemente ser. Se supone que a esto me trajo lo que me gustaba, lo que anhelaba, mentiras con las que me auto-hipnotizaba para agradar a los demás. Los fines de semana nunca fueron para el juego inútil reservado para mi edades. No vivía sino mediante libros mientras que muchos lo hacían a través mio, cual figura proyección oblicua y permeable. Ahora que me llena la sabiduría, me encuentro en la posición de ponerle un alto a esa multitud que se apodera de mis acciones y, como el picaflor salir volando a mil por hora, solo haciendo lo que deseo y le hace bien al alma.
Nueve anillos continuos y tres arcos discontinuos de partículas de hielo, rocas y polvo.
Descalza caminaba por el pasto de mis memorias, de repente me detengo ante una imagen que me acongojaba, me veía sentada, en el verde suelo con olor a verano, observando no mas de 10 niños jugar emocionados entre ellos, correteando como solo uno de ellos sabe hacerlo. De pronto uno me ve por el rabillo del ojo, sigue jugando siempre teniéndome en cuenta. Y cuando poco a poco, mientras leía yo un libro seguramente de fantasías probablemente ilógicas, los demás se fueron yendo con lo que espero fuesen sus padres. El pequeño, que tenia cara de llamarse Franco, me ve de soslayo y se acerca. Tuvo que haber tenido unos 7 años, pelo castaño bien corto, con esa piel de porcelana color chocolate caramelo que me dio ganas de abrazarlo, algo bajo para su edad, pero hermoso como cualquier infante. Parado frente a mi con la mirada me mide y me reta, se sienta a mi lado, me pasa su mano por el cabello y juega con mis rizos, me pregunta: "¿cuantos anillos tiene saturno?". En ese momento pase a otra memoria, seguro no tan buena, seguro falsa y monótona como la vida que tuve antes de vivirme. Y ese recuerdo quizá no era mas que una fantasía, como la de mis libros, pero mía...
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